Creo que hoy en día la palabra “amor” se ha devaluado. De tanto utilizarla inútilmente se nos ha desgastado. Por un lado la sociedad entiende por amor algo meramente sentimental, mientras que entiende por “hacer el amor” como algo meramente carnal. Si el amor es tan sólo un capricho del corazón o un desahogo de las pasiones ¿Que nos queda?.
El amor es la única razón que justifica la existencia de todos y cada uno. Sólo si nos sentimos amados y amamos a los que nos rodean nuestra vida adquiere sentido, nuestra existencia queda justificada. El amor es el acto supremo de la libertad, por el que una persona elige y realiza el bien del otro. No se ama al otro por conveniencia o porque me gusta, por pasiones, me apetece o me interesa, sino que se busca el bien del otro por ser quien es, tal cómo es, por ser otro.
El amor tiene la virtud de “hacer real” a la persona que amamos, ya que no nos es indiferente, nos importa por encima de todas las cosas; es más, su realidad llega a ser nuestra propia realidad. Además el amor no sólo aspira a que el ser querido viva, sino que viva bien, que llegue a su plenitud, que alcance su perfección. Únicamente el amor nos hace capaces de penetrar en una persona, admirar la grandeza y los matices que encierra, y potenciarlos por el amor.
La consecuencia inmediata de caricaturizar el amor es doblemente patética: Por un lado nos olvidamos de amar, y por el otro olvidamos a los que aman. Es lógico, nadie puede entregar su vida a algo que (cree que) no existe. Por eso los que entregan su vida al amor (madres, voluntarios, religiosos, sacerdotes, misioneros...) son mirados como locos. Se les respeta instintivamente, pero no se les entiende. Falta la ficha central del puzzle: el concepto de amor. Para realmente amar hay que conocer qué es el amor. Mientras no descubramos su profundidad, no crecerá nuestra capacidad de amar.
El amor es lo que identifica a la persona, la capacidad de amar es exclusiva del ser humano. La historia y la experiencia personal nos han demostrado que el vínculo entre las personas debe ser el amor, el principio interior, la fuerza permanente y la meta última para vivir, crecer y perfeccionarse.
El amor es lo que identifica a la persona, la capacidad de amar es exclusiva del ser humano. La historia y la experiencia personal nos han demostrado que el vínculo entre las personas debe ser el amor, el principio interior, la fuerza permanente y la meta última para vivir, crecer y perfeccionarse.
El amor es la única razón que justifica la existencia de todos y cada uno. Sólo si nos sentimos amados y amamos a los que nos rodean nuestra vida adquiere sentido, nuestra existencia queda justificada. El amor es el acto supremo de la libertad, por el que una persona elige y realiza el bien del otro. No se ama al otro por conveniencia o porque me gusta, por pasiones, me apetece o me interesa, sino que se busca el bien del otro por ser quien es, tal cómo es, por ser otro.
El amor tiene la virtud de “hacer real” a la persona que amamos, ya que no nos es indiferente, nos importa por encima de todas las cosas; es más, su realidad llega a ser nuestra propia realidad. Además el amor no sólo aspira a que el ser querido viva, sino que viva bien, que llegue a su plenitud, que alcance su perfección. Únicamente el amor nos hace capaces de penetrar en una persona, admirar la grandeza y los matices que encierra, y potenciarlos por el amor.
Por eso la entrega es la culminación del amor; el que verdaderamente ama se da en la donación total de sí mismo con y desde nuestro propio ser. Esto implica superar nuestros propios instintos y conquistar así la propia plenitud como persona. El egoísta es incapaz de amar. Todo esto esta muy bien, pero a algunos les puede sonar a mera poesía. El amor transciende a lo meramente psicológico para alcanzar lo espiritual. Solamente desde esta perspectiva podemos responder a la Gran Pregunta ¿Por que amar?.
Para los cristianos la respuesta es sencilla: porque Dios es Amor y fuimos creados para amar. Una persona que no es creyente, evidentemente puede amar, pero no puede fundamentar su amor en una razón última y existencial. Sólo el creyente puede hacerlo, y esto le da paz y fuerzas para seguir adelante en el arduo camino de la vida y de la entrega a los demás, con gozo y alegría. C.B.S
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